Por:
Fernando Vargas Valencia
La
poesía suele presentarse como la reiteración de algo olvidado, de algo que se
supone apenas nuestro. Es ya célebre la frase de E. Evtushenko según la cual "para
ser poeta, amigo, no basta con saber escribir poemas: hay que ser capaz de
defenderlos". Burlesca, primer
poemario de la portorriqueña Iris Alejandra Maldonado, en su edición por
Aguadulce (Puerto Rico, 2014), como todo primer libro, se debate entre las
profundas ansiedades de la poesía como respiración y la promesa de defender los
resquicios poéticos de lo cotidiano como desgarramiento.
Precisamente,
en uno de los poemas escritos (y aún por ser defendidos) en Burlesca se hace una alusión a Auschwitz,
donde la circunstancia de la banalidad del mal se desliza por una memoria
gruesa que involucra el dolor de los amores rotos, como parte del canto en la violencia cotidiana de
lo que urge de rostro. A propósito de la memoria de Auschwitz, Primo Levy
afirmaba al sobreviviente del holocausto como mal testigo, en tanto emisario de un testimonio empático, efusivo y
ebrio de las posibilidades de interpelar al otro mediante la dignidad de su
sufrimiento.
Al
parecer, Burlesca se expresa como un
libro que reafirma la dignidad de lo sobreviviente, en su euforia por
transfigurar el dolor en independencia y dignidad, y puede asemejarse al
testimonio de ese testigo marginal de
lo propio que también alude a un Levy testarudo en la reafirmación poética del otro en cuanto sujeto (que no objeto) de
emociones eminentes.
En
Burlesca, sufrimiento y placer son
improntas poéticas de un libro que re-semantiza el significado de la cicatriz por cuanto sólo una caricia
violenta que deje improntas en la piel puede ser transfigurada en poema-promesa
de varias noches que son la misma y donde el cuerpo es la celebración de la
claridad, de la luz que la herida no
opaca, por ser la metáfora de lo vital.
Atribuirle
un alcance poético a la cicatriz es tatuar en la memoria la belleza de la
promesa, como aquellos y aquellas que deciden cicatrizarse figuras en los
brazos para recordar la alucinación de lo que respira. Dignidad de lo
quebradizo, cuando Burlesca celebra el
éxtasis del propio cuerpo, está negando la desaparición del otro para anunciar
su reencarnación en tanto promesa de vitalidad que solo la cicatriz atestigua. Los
grandes filósofos del sufrimiento humano, como Ricoeur, han dicho que es
precisamente la promesa, basada en la memoria, la principal condición de
posibilidad para el perdón de lo difícil, y por ende, para transcender del
desgarramiento moral a la memoria combativa.
Pero
antes que perdonar el desgarramiento, Burlesca
nos dice que es preciso ejercer una defensa de lo herido para erigirlo en
canto de belleza y esplendor. Se me ocurre asociar algunos de los versos de Burlesca con sucesos de la violencia
estructural colombiana. Al tiempo que en Colombia, por ejemplo, las fuerzas
sanguinarias paramilitares, especialmente las que se encontraban al mando de
alias Mellizo en Arauca, solían ensañarse
con el rostro de las mujeres que, luego de ser violentadas sexualmente, eran
torturadas o asesinadas mediante multitud de golpes o disparos de metralla alrededor
de sus caras, se me ocurre pensar en las mujeres sobrevivientes que con
dignidad contribuyen a su propia re-significación, ya no por la conciencia del dolor,
sino por la memoria de su rostro-voz femenina cuya afirmación es la negación de
la atrocidad marcial y proto-castrense del paramilitarismo colombiano.
De
hecho, la voz radicalmente femenina de Burlesca¸
en este caso, y en un contexto como el enunciado, se manifiesta como una
lección política para el machismo de turno puesto que reafirma la dignidad del rostro/cuerpo
de la mujer, que puede guardar un sospechoso silencio pero que al mirar, coloca
en entredicho, y hasta en ridículo, la violencia masculinizada del
silenciamiento. Burlesca, figuración nocturna de una mujer vestida de encajes y
dueña de sí misma, suena a la inauguración de un rostro a través de la promesa
de la poesía. Los y las sin-rostro recuperan la voz en la defensa de la memoria
gracias a una poesía despreocupada de discusiones esteticistas. En este caso, “la memoria es lo opuesto al olvido y el
silencio es más fuerte que la muerte”, como sostiene la cubana Mirta
Fernández en su Canto de Negritud.
Ojalá
Burlesca se vea incorporada a un
movimiento más amplio de poesía escrita para ser susurrada en la noche
profunda, porque es la noche el territorio de la memoria como necesidad vital. Este ojalá que gira en torno a todo
lo que de promesa tienen los libros primeros de las y los poetas, supone la
esperanza en que este poemario editado por la interesante editorial artesanal Aguadulce, no sea simplemente una
auto-defensa (palabra tan marchita y anti-poética en contextos como el
colombiano o el mexicano) y sea recibido por sus lectores y lectoras también como
la justicia poética de una voz
autónoma y de una memoria donde la laceración revele el secreto de nuestra
frágil condición humana, colmada de placeres, dolores, inconsistencias y
anatemas. Una poética donde la fragilidad de la poesía nos recuerde que es allí
donde está su resistencia y su defensa: en la nombradía de las heridas como sutileza
de quienes saben algo del futuro en los desangramientos.
Libro:
Burlesca.
Autor:
Iris Alejandra Maldonado.
Editorial:
Ediciones Agualduce.
Género:
Poesía.
Año:
2014.
1 comentario:
CON MAYUSCULAS
LA MEMORIA, LA PIEL, LAS REITERACIONES. EL FUTURO COMO PROYECCION Y REFLEJO DEL
PASADO
CERCANO
LEJANO
INFINITO.
QUE BUENAS LAS ACCIONES EN PRO DE LA LITERATURA, DE LOS ESCRITORES Y SOBRETDO DE LOS LECTORES
QUE HAMBRIENTOS
SALIMOS A SACIARNOS DE LOS LIBROS.
UN ABRAZO FERNANDO
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