HILOS DE COCUIZA: MÁS ALLÁ DE LAS ESTATUAS DE SAL

Por: Fernando Vargas Valencia


Existe un espacio concreto de la actual poesía nuestramericana que asume el quehacer literario como una auténtica expresión de la resistencia, en concreto, de la cultural. El mestizaje creador que aporta nuestra cultura a la de la humanidad entera, además de ser una promesa, es también una invitación al mundo de occidente a revelarse contra las afirmaciones demasiado explícitas o demasiado soterradas de un mundo sin posibilidad de cambio. Al lugar atiborrado de grafismos rotos por el hambre y la desesperación, Latinoamérica enfrenta una poética claramente definida que invoca cierto pasado supra-histórico en el que la imagen es, como diría José Lezama Lima, la última de las historias posibles.

Norys Saavedra Sánchez (Barquisimeto, 1972) no puede negar la herencia indígena y radical de sus padres y abuelos. Ella les habla al oído a los muertos no como tales, sino en un espacio mítico habitado por sus sombras tutelares, por sus presencias que no se dejan medir por el tiempo. La inmortalidad consiste en lograr la suspensión de los relojes, en que el olvido del tiempo nos permita ser contemporáneos de todas las épocas, de los retornos eternos de las vitalidades como sucede en las mojadas vértebras del naranjo.

Es ello lo que puede desprenderse de la metáfora mítica que nos ofrece Norys Saavedra entre los Hilos de la cocuiza que las manos sabias de su bisabuela hilaban para forjar la urdimbre que le da sentido e identidad a su nacimiento. De repente pienso en la imagen de la bisabuela Bartola y llega la voz del cantautor colombiano Fernando Cely cuando susurra su canción Manos, en la que la imagen de su padre se fusiona con la de Bartola para enseñarnos algo contundente y que es una analogía permanente de nuestros mayores: las manos de artesanas y artesanos, poetas y poetizas que trasegaron las luchas de la memoria, son guías de lo por-venir.

La poesía de Norys Saavedra, escrita entre 1998 y 2008 y recogida en una bella edición de la también mítica editorial Monte Ávila editores, con un impecable y sincero prólogo del maestro venezolano Luis Alberto Crespo, guarda la esencia del mestizaje con la que fue parida, con una expresión femenina atonal que nos recuerda las luchas de nuestras mujeres más amadas, como Anacaona, por sólo dar un nombre perfumado, una de aquellas mujeres largos ríos en sus cabezas riachuelos misteriosos. Considero que una de las dificultades de la poesía consiste en que el lenguaje trascienda la voz femenina hacía expresiones que no la confundan con los lugares comunes del falo-centrismo occidental, para lograr con ello que se sitúe en el lugar de las mitologías más amadas. En Europa, lograr una poética de tal fuerza ha sido difícil, precisamente por el patriarcado poético que marca el mundo coral de la cultura dominante.

Sin embargo, creo que Latinoamérica ha dado voces contundentes que elevando resistencias y dignidades, delinean la medida de la mujer mítica de la que habla el Altazor de Huidobro o La Mujer Habitada de Gioconda Belli.  Un buen ejemplo de las jóvenes voces que construyen un discurso libertario de la feminidad como trascendencia a partir del discurso poético, es la obra de Norys Saavedra que oscila entre la soledad del galope y la invocación a la lluvia, en la metáfora salobre del parir que es romperse para que se funde el paradigma nietzscheano de toda creación auténtica en la que hay que ser la parturienta y los dolores de la parturienta. Es gracioso que para reivindicar una voz auténticamente femenina recurra a la invocación de dos misóginos (Huidobro y Nietzsche), pero es precisamente en cierta misoginia que rompe con el paradigma de la mujer-objeto, de la mujer-contrato, donde se puede vislumbrar la imagen de la mujer libertaria, breve/ precisa/ como la flor suspendida/ del diente de león/ llevada por el aire.

En la voz de Norys Saavedra, memoria de los lugares silenciados por la historia masculina y dominante, se percibe la palabra fundadora de las y los indígenas que dieron a la palabra el lugar sincrónico de los conjuros y las invocaciones, sin dejar de pertenecer a su tiempo mestizo, en el que volver a los orígenes es también una forma de construir el futuro. Hay en la obra de Saavedra un equilibrio que muy pocos poetas logran, entre el vacío y el hechizo, entre el sonido de las bestias y el canto humano, por eso puede decir con toda sutileza: Te tengo/ con mi voz/ de ti, ya no eres/ pues,/ en sortilegios te pronuncio. No hay gritos ni de agonía ni de hilaridad en esta poesía, sino el ritmo pausado del susurro de las chamanas y los guardianes de la sabiduría, cuando cuentan historias circulares en las que no hay cabida para el enajenamiento del tiempo.

Juan Rulfo o Gabriel García Márquez nos enseñaron, en su momento, a ver lo universal en lo más profundo de nuestras comisuras como pueblos que se resisten al olvido, a perdonar muertos en estas áridas soledades. De allí que pueda decir que la mujer total, soñada por Huidobro, despertada en la conciencia histórica de una Kura Oqllo o de una María Cano, también sonríe al sol del Estado Lara, en lo más bello de nuestra amada Venezuela, trozo luminoso de la Patria Grande hecha de hilos de cocuiza en resistencia. Para ello, tiene una poeta, también mujer, que la dibuja y presiente entre el puño y el olvido.

Libro: Hilos de Cocuiza (Poesía 1998-2008).
Autor: Norys Saavedra Sánchez.
Editorial: Monte Ávila Editores, Colección Altazor.
Género: Poesía.

Año: 2009.

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