MARO: Frágil otoño de una hoja pisoteada por el amor


Por: FERNANDO VARGAS VALENCIA
Momento Diario, Culturales, 15 de Mayo de 2008


En “Maro” de la joven poeta peruana Dalia Espino Vegas (Lima, 1986), se moldea un presagio poético y sociológico: el continente latinoamericano empieza a hablar a través de una poética que anticipa el ser cosmopolita, la síntesis de la historia cultural a través del ser latinoamericano, del hombre nuevo. En esta poética nuestra (la de Dalia, y también en plural, porque leer también es crear, leer poesía es también hacer poesía) se encuentran respuestas, susurros de un estado, de una era, de un instante en el que el porvenir es nuestro.

Es difícil olvidar el breve poema de “Maro” que dice:

“Oh, mi cucaracha
mi cucaracha,
mi único juguete infantil”

Se trata del resumen de nuestra más honda contradicción, no agotada en lo político ni en lo económico, sino en lo existencial: necesitamos poetas, seres capaces de ver la belleza en esa cucaracha, de encontrar respuestas en el instante en el que la nada se nos presenta en niebla y exterminios. Cuando se lee “Maro”, se sueña con el país de Dalia Espino, con la visión citadina de un cementerio en movimiento que alguien construyó sobre el mar. ¿Somos acaso herederos de ese mar? Hay un mar subterráneo, hay un nosotros que grita en nuestros vientres, que se agita bajo nuestros pies que recorren la ciudad como a una prisión humilde:

“Hoy nadie me ha traído el mar
sólo a una mujer con bikini blanco
tomando el sol en un abismo
sólo a un hombre que la observa
y sustenta su soledad con vista al mar”

Hay un verso que nos recuerda al ser amado, un ejército de ángeles maravillados que agitan nuestra vida con su embriaguez temprana de sueños, con sus risas de pájaros que vuelan sobre cielos olvidados. Un verso que nos exige un parque "donde arañarnos los labios", territorio que ha estado siempre allí: en la risa del pájaro, en el cielo olvidado, en todos los fuegos, el fuego: el de los labios arañados mutuamente por quienes se aman en los países del odio, por los amantes que rompen la estructura del tiempo con su caricia, con ese mismo golpe de piel que redefine al mundo en el cuerpo soñado, en esa baba, "silencioso personaje", en el que el mundo no cabe, en el que el mundo es poblado por los que insisten en el amor, en tiempos donde afuera gritan el odio y venden la eternidad en cápsulas altamente adictivas,
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“Vas a ser una flor
flor que se arrulla a oscuras tanteando amor
pequeño pecíolo con miedo al vacío
ola de mar que corta un verso
hoja de un libro que besa. Besar es ordenar
cada sílabasaliva
lo contrario al camino
el choque de una palabra que no respira”


Estamos en la ciudad, en el páramo, en el silencio. Tal vez el lenguaje se haya desgastado demasiado en palabras, tal vez el silencio sea un lenguaje y nuestro silencio sea la mayor acumulación de alegrías frente a la ceremonia del poema. Habría que soñar con Lima, con Bogotá, con Puebla adheridas al cartón de la memoria con un alfiler hecho de tiempo y de silencio. Habría que soñar un libro que se deja leer con calma en un jardín, justo y silencioso, como debemos ser los hombres y las mujeres de estos tiempos agazapados por sombras, gritos y edificios… agazapados por la forma más torpe que tiene la eternidad entre nosotros, la del olvido que insiste en desaprenderse:
-
“Algún día
debajo de las sombras
aprenderemos del olvido”.



Libro: Maro.
Autor: Dalia Espino Vegas
Editorial: Avqi Ediciones (Lima, Perú).
Género: Poesía.
Año: 2007.

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