SIENES DE MUJERES ANÓNIMAS: Sobre la feminidad de la transparencia



Por: FERNANDO VARGAS VALENCIA
Diario Momento, Culturales, 4 de Julio de 2008



La ciudad encuentra su reflejo liberado en la voz susurrante de una mujer que la recorre despacio. La palabra desata sus nudos para protestar contra el silencio anónimo de las aceras, contra la pasividad desahuciada de un suelo desterrado de horizontes. La luz es un sustituto funcional del asombro: las calles colmadas son la representación de un vacío. Una suerte de videncia, tal vez la soñada por Arthur Rimbaud frente a las pastelerías de París, se vislumbra en la feminidad contundente de Sienes de Mujeres Anónimas, libro de poemas escrito por Estrella Gómes, joven poeta venezolana nacida en Miranda, en el año de 1990, publicado dentro de la “Colección para la Novísima Poesía Nacional Alta Voz”, a cargo de la particular editorial “Nadie Nos Edita Editores” de Venezuela.

La videncia no es sólo una cuestión de estilo o de sentidos aguzados. Es un acto de autoconocimiento y de conciencia del entorno. El vidente, en este caso, la voz femenina que en el grito halla cierta correspondencia dialéctica con el papel en blanco, es emisario de su tiempo, es un vocero de la marginalidad. La ciudad sigue siendo, a pesar de sus serpientes fatigadas, el espacio propicio para encontrar respuestas en señales claro-oscuras, para asomarse a las periferias y encontrar una vida más vida, menos hipócrita con los sentimientos más hondos del ser humano. Estrella Gómes asume a la ciudad como una mujer que es la rival de la voz poética en un amorío sin espacio y sin tiempo, con la libertad y la transformación del presente:

“Nosotros

sentados
nuevamente en el asfalto

escupidos una vez más por el cielo

enterramos nuestras manos en la tierra
y aún no podemos sentir

Ayer me vi desde el solar
¿Acaso mi lengua puede
seguir plantada en este suelo
desterrado de horizontes?

Mis pies siguen cortando la carretera
rezo un credo para que mañana
las cosas
no sean iguales.”

Estrella Gómes nos ofrece una poesía que es a un mismo tiempo, una reivindicación y una recuperación de la permanencia. Los tiempos actuales son de fugacidad, de pérdidas irrevocables de la duración, de elusividad. En Sienes de Mujeres Anónimas se encuentra con la claridad de la pluma joven y transparente, el vínculo que Hans-Georg Gadamer anticipaba entre la permanencia de la poesía con el enraizarse, el “hacerse un hogar”, el “volver a casa” de Hegel. Sienes de Mujeres Anónimas, como todo proyecto auténticamente poético, expresa una familiaridad que emancipa al discurso de la ciudad: el arte poético es un espejo en el que no se refleja el mundo sino “la cercanía misma, la intimidad misma en la que nos estamos un rato” en palabras de Gadamer. La metáfora de la ciudad minada por los lazos de proximidad entre sus habitantes, se expresa en Estrella Gómes en la capacidad de ir de lo desconocido a lo conocido para hallar una promesa en la que los hombres atestiguan su existencia en el ahí, en la cercanía que trasciende el hablar mutuo y que afianza las articulaciones extraviadas:

“Piso esta acera
prostituida en cada paso
por huellas desconocidas

Hoy busco
hombres con palabras de jengibre
que siembren astros
en las sienes de mujeres anónimas”.

Los lazos de proximidad, el hacerse un hogar en el tiempo, son cuestiones que sólo la feminidad es capaz de asumir como lenguaje cotidiano y de desentrañarlo en los tragaluces del discurso imperante. En Sienes de Mujeres Anónimas la condición de mujer adquiere una dignidad que trasciende el carácter simbólico de las palabras y que se sitúa en una ética de la des-enajenación. El lenguaje se agota en su propia representación, y la mujer es la manifestación más sincera de ser: es sujeto de la acción y acción del sujeto. La transfiguración del lenguaje cotidiano, adquiere un hálito de susurro que es a su vez una lúdica de la autoridad. Constantemente se nos dice que la voz de la autoridad, en cualquier campo (religioso, mítico, filosófico, científico, estético, etc.) precisa de un rito masculino o fálico. Sin embargo, Estrella Gómes, con la continuidad de una Alejandra Pizarnik o de una Blanca Varela, nos emancipa con sus metáforas para reconciliarnos con el carácter libertario de lo femenino. Otra autoridad se funda, a través del susurro irradiante que sabe decir las cosas por su nombre y que funda su propio conocimiento en la serenidad del que sabe de la mordaza en la imagen lineal del mundo:

“Veo el descenso
de una constelación
de cuerpos desnudos

donde
me repito en las caderas
y es ahí
donde el mundo
se nos muere en la mirada
las frases se vuelven
el ahogo absurdo
de un pez
en nuestras bocas”.


Como puede entreverse, la transparencia en el manejo del lenguaje y principalmente en la figuración poética, fresca y resuelta, son características de la pluma de Estrella Gómes, poeta que antes que nada se sabe mujer e intuye en esta condición, la imagen mestiza, mítica y luminosa de la mujer latinoamericana, origen y espiral de la humanidad futura. Esa misma que, como se lee en la contratapa de Sienes de Mujeres Anónimas, funda “una nueva sinergia que sostenga el porvenir del imposible”. Mujer que es la transfiguración de todas las músicas, y que en algún momento, en el libertario amor de sus ansias y de sus esperas, nos ha dicho al odio:

“Sentarme estática
a contemplar
tus ojos en otoño
no fue un pasatiempo
sino una razón de sobrevivir”.



Libro: Sienes de Mujeres Anónimas.
Autor: Estrella Gómes.
Editorial: Colección Alta Voz, Nadie Nos Edita Editores (San Cristóbal, Venezuela).
Género: Poesía.
Año: 2006.

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